El ser humano, en su capacidad y habilidad del razonamiento y habla, es un constante generador de opinión. Cada opinión que emite, funciona como una suerte de apertura de puertas hacia un espacio diferente, o una limitante a esa apertura. Siempre estamos eligiendo qué puerta abrir y qué puerta dejar cerrada. Aunque por momentos podemos no ser del todo conscientes.

En Coaching Ontológico, a las opiniones las llamamos Juicios, lo que no debe entenderse como simple maquillaje lingüístico, sino una intención consciente para darle más fuerza a esa palabra.

Emitimos juicios en el presente, basándonos en nuestras experiencias del pasado y con vistas a nuestras acciones futuras.

El ser humano aprendió hace mucho tiempo que tener en cuenta sus juicios le era útil. Si salgo de la caverna me come la bestia, mejor llevo un palo, o voy en grupo. Si toco el fuego me quemo. Una de las funciones básicas de los juicios es la de protegernos. El riesgo es creer que todos los juicios nos protegen.

Ahora bien, si yo me baso en mis experiencias del pasado, para definir en el presente mis acciones futuras, ¿dónde queda el espacio de aprendizaje a algo nuevo? y por otra parte, cómo puede ser que lo que para mí es una puerta imposible de abrir, para otros pareciera ser una puerta vaivén. ¿Dónde está la diferencia?.

El gran trabajo que tenemos por delante es diferenciar los hechos de las interpretaciones (o juicios), porque es en el espacio de estos últimos, donde está la posibilidad de hacer una diferencia, un aprendizaje, avanzar o crecer.

Decimos que un juicio es un espacio de posibilidades, porque está en la manera de observar esa situación lo que la hará diferente. No existe la situación por sí misma. Existe en función de cómo es vista, escuchada, o pensada.

¿Hay hoy alguna situación que quieras mejorar y no estés pudiendo?, ¿Cuáles son los juicios que tenés sobre esa situación?, ¿Qué dicen esos juicios de vos mismo?

Luis Dartiguelongue